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¿La Amazonia está de moda?

Lienzo de Rember Yahuarcani

La vuelta a Perú es también para encontrarse con los amigos y amigas, es una suerte de cartografía de las emociones, de los recuerdos, de nuevos hallazgos. Entre los amigos estaba Brus Rubio, pintor uitoto, promesa y realidad consolidada de la plástica amazónica. Los cuadros de Brus me turban, me evocan al Ampiyacu y sus historias donde pasé grandes momentos. Con Mauricio, padre de Brus, trabajé unos años en una organización indígena. Pudimos recorrer diferentes pueblos y federaciones en la región de Loreto. Con Brus sentados en la banca de un parque nos pusimos al día. Me contó sus planes y proyectos, él sigue con constancia y muchos arrestos.

A contrapunto de la cita con Brus, Christian Bendayán, pintor del palustre, me invitó en mi paso por Lima pudiera ver la exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Lima,  «Los ríos pueden existir sin aguas, pero no sin orillas», del cual es el curador junto a Giuliana Vidarte. Me explicaba Christian que el título de la exposición hace referencia a una cita de la novela, «Las tres mitades de Ino Moxo», de César Calvo Soriano. Hay sesenta artistas que participan en la exposición, no necesariamente todos nacidos en la Amazonía.

Desde que pones el pie en la muestra te impregnas de la floresta. Te llenas de ella. Rebosas. Es un bosque diverso, de diferentes microclimas, tonos, momentos de la memoria histórica pasada y reciente como el de la violencia en la Selva central en los lienzos de Enrique Casanto. Es una suerte de calidoscopio del palustre como el aciago día de la muerte de la discoteca, «Las Gardenias», en Tarapoto. No es una muestra que la puedes ver en una oleada, requieres de varias horas o de días. Cada cuadro o imagen te roza, te atiza la memoria. Es una pena que no se haya editado un texto de todas las obras de la exposición porque en este recorrido no puedes ver todas al mismo tiempo y un libro te permite volver a ellas en cualquier lugar.

Para la muestra Christian tuvo la amabilidad de ser el guía y nos iba explicando los criterios de las obras seleccionadas. El trazo de la muestra es como si fuera una sigilosa anaconda deslizando en los humedales o el de caminar en medio de meandros. Se rompe el caminho lineal para sentirse como si estuvieras peregrinando en el bosque amazónico, sabemos que en la fronda no hay caminos rectos, son sinuosos.

Entre los seleccionados hay pintoras y pintores indígenas como Elena Valera, Rember Yahuarcani, Pablo Amaringo, Víctor Churay, Enrique Casanto entre otros – mi sorpresa es que Brus está ausente. También se incluyen a plásticos  no indígenas amazónicos como Víctor Morey, Antonio Wong, César Calvo, Nancy Dantas, y de fuera de la Amazonía como Armando Williams o Francesco Mariotti, con el que coincidimos ese día, él tiene una obra en memoria de los defensores ambientales de Saweto. Solo he enumerado a los artistas que recuerdo, pues son sesenta. Es una pasmosa exposición no exenta de querellas por los ausentes, presumo que no pueden estar todos y la selección habrá sido difícil.

Lienzo de Rember Yahuarcani

En la exposición se han incluido a artistas no nacidos en la floresta y ha dado paso a un vocablo de Amazonistas, que puede generar un debate o a una sana discusión, aunque tengo mis reservas porque en la floresta hemos huido de las discusiones y bajamos la cabeza con facilidad, es el coste del centralismo mental. Los amazónicos y amazónicos somos muy abiertos con la gente que viene de afuera – somos de la cofradía de los de viva la virgen. Pero no existe, muchas veces, esa misma reciprocidad con los amazónicos de la gente de afuera; sí los incluyen es para dar colorido y aderezos de exotismo. Es cierto, que los estudios que existen sobre la floresta, por lo general, han sido hechos por gente de fuera y han dejado una fuerte impronta, y que la población nativa en esos estudios está como figurante y sin voz, es un gran sesgo todavía por corregir ¿Todos pueden entrar en ese vocablo de Amazonistas? No lo tengo claro, mientras no haya suficientes indicadores de esa reciprocidad con los amazónicxs.

Amén de esa discusión. No sólo fuimos una vez sino que volvimos a repetirla con mis padres. Desde el primer cuadro seleccionado la floresta retumba y alucina en tu conciencia. Caminas y, a renglón seguido, te topas con un mapa repujado por Antonio Raimondi. Y vuelves al principio y superpones imaginariamente los mapas trazados por Churay o Yahuarcani. En las dos veces que visité la muestra andaba con el corazón agitado. Uno de los cuadros de Yahuarcani me llevaba al, «Jardín de las delicias», de El Bosco. Una muestra de la floresta en el shungo/cuore de Lima es motivo de celebración.

Finalmente, hay una cacofonía que se repite mucho y se lo creen amazónicos y no amazónicos, que la Amazonía está de moda y, a continuación, dicha la frase se embadurna de exotismo o de un impostado antropologismo. Me parece que son palabras que enmarañan la comprensión de la floresta, la sumergen en una neblinosa vorágine o en un bucle de nunca acabar. La Amazonia no es una moda porque la moda, pasa. En tiempos del antropoceno y de la emergencia climática la floresta tiene suficiente carta de ciudadanía para decir mucho en este país diverso y fuera de él. La exposición va contra esas deshuesadas palabras. Enhorabuena.

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