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¿Un guiño, una puya?

Con sardónica ironía Umberto Eco en el texto “La memoria vegetal” fábula una historia en clave de para-antropología, es jocosa; en otra parte del libro narra a un antropólogo del espacio ¿se pueden imaginar a este antropólogo pergeñando opúsculos en la vía láctea? Ignoro las querellas que tenga él contra estos científicos sociales, pero muchos de ellos venden humo como se dice coloquialmente. Para el caso de la crónica se inventa una nación con seres que tienen costumbres raras y extrañas para quien se aproxima a esa sociedad, Eco esboza o levanta una suerte de etnografía sobre los pobladores de esa comarca ficta. Hace hincapié sobre estás costumbres y a través de ellos trata de entender a ese pueblo; en el fondo es una severa crítica a los antropólogxs que levantan etnografías llevadas por su gramática personal, por sus utopías. Es válido recordar a Edward Said citando a Levy Strauss decía que la antropología es la novia del imperialismo, una dura puya que debe servir de autocrítica a los científicos sociales en general, no solo a los antropólogxs. En las observaciones participantes pergeñadas por el etnógrafo de marras se centra en cuestiones peregrinas que nos hacen esbozar más de una sonrisa, nos arrojan poca información que están plagadas de burdo exotismo, en ese lenguaje hermético e indescifrable que los observados ignoran, si gustan pueden leer libros de antropólogos o de sentencias judiciales que se inundan de opacidad a los pocos segundos de ser leído. A mí me recuerdan a tanta etnografía troquelada por estos científicos sociales en la floresta que en verdad poco ayudan a comprender la alteridad. Me parece que las apostillas de Eco no hay que tomarlas como una afrenta, sino como una generosa alabarda que nos ayuda a corregir lo que hacemos mal.

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