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El dinosaurio seguía allí

Mi sobrino Rafael es ingeniero informático y un consumado viajero que se ha pateado casi todas catedrales de estos tiempos: los estadios de fútbol desde la cancha del distrito de  Indiana en la Amazonía peruana hasta el Emirates Stadium, del club de su devoción, el Arsenal en Londres porque en el mundo hay muchos Arsenal; recuerdo verlo y escucharlo cuando berreaba a los pocos minutos de nacer en la sala de parto y hoy pasea silenciosamente de una ciudad a otra. Él se mueve como pez en el agua, como muchos de su generación, al compás de internet, le comentaba de buen rollo que internet había limitado hasta la desaparición el efecto sorpresa como el perderse en las calles como reclamaba el filósofo Walter Benjamin; todo es muy previsible. Él puede irse al fin de mundo y regresar todo con un móvil en la mano. No se pierde en ninguna ciudad que visita. Su mundo, el mundo virtual está allí y él feliz con sus coordenadas. Por su paso por Madrid y al ver mi biblioteca y la casa con libros desperdigados en todos los rincones, me dijo con una sonrisa y el bienquisto que le caracteriza, que los libros que lleva los carga en un e-book, que él no tiene que cargar con ese peso adicional, seguro que me miraba complacientemente como un dinosaurio casi en peligro de extinción que no sé adaptarme a estos tiempos huérfanos. Me reí por la puya cariñosa. Pero le decía que el libro electrónico no llegaba a convencerme porque no olía a tinta en las páginas del libro (no tiene olor el libro electrónico), que no se puede palpar y escuchar el crujir excitante de los folios, hacer anotaciones a mano y de todos los colores en los márgenes de los libros. Se quedó mirándome por mis manías manifiestas en relación a ese objeto deseado. Me dijo dime, que sonaba a reto, el título de un libro que lo puedo encontrar y tenerlo en mi e-book. Bien, le contesté. Mira, quiero el libro de Antonio Raimondi «El Perú», se rió con ganas y me contestó, eso no, pues. Claro, me pidió un título y yo con gustó le di uno que no estaba en la esfera de internet. Son estos tiempos de transición entre el papel y la digitalización. Quizás, en verdad, sea un carcamal y no me he dado cuenta del ocaso que se está viviendo.  

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