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El río Nanay & poesía

El río Nanay siempre me ha acompañado desde la comarca de la infancia. Íbamos de excursiones los fines de semana y cada que podíamos, es la patria de mi padre, que se enorgullece de haber nacido en una balsa, él no tiene tierra, tiene agua, lo dice jactanciosamente, es un hombre de agua, un yacuruna, le añado con gracejo a su biografía. Sus aguas negras parecidas al ron, penetraban hasta en mis sueños. Mi tío Celso vivía en el Barrio Florido y allí dábamos rienda suelta a nuestras inquietudes de impúberes. Había un pequeño lago donde disfrutábamos tratando de conducir unas canoas, hay que tener una habilidad que un niño urbanita no la tenía. En la adolescencia y juventud el río Nanay seguía siendo nuestro referente. Es por eso que cuando el río Amazonas cambió de curso y removió la configuración del Nanay una parte de mi memoria se rasgó, la puntilla final fue ese espantoso puente a la nada que cruza este río. El Nanay para mí no volvió a ser el mismo, más cuando desde hace un tiempo atrás está amenazado por la minería ilegal y la indiferencia de las autoridades. Esas mismas aguas negras lo volví a ver por el río Chambira y el Charles river en Boston, inmediatamente viajé a mi infancia. Pero el Nanay ha dado un paso más, sí, uno más. Ha ingresado a la poesía –casi siempre se canta al Amazonas, Ucayali o se escribe sobre el Marañón, pero este río afluente del Amazonas, ha recibido la bendición de los poetas. Leía el último poemario de Ana Varela Tafur, «Estancias de Emilia Tangoa» (2022), en el segundo poema del libro, Agua intermitente, uno se topa con el siguiente verso: «Cerca del vasto Nanay y próximo a alguna ruta/ a veces en un espacio amenazado/ por puentes de concreto». En mi último viaje a Perú traje en el equipaje el libro del vate Antonio Cisneros, «Poesía completa» (2022), y leyendo a vuelapluma, me encuentro con el poemario «Un crucero a las Islas Galápagos», publicado en 2005, y el primer poema tiene el título «Un viaje por el río Nanay», de cuatro partes y donde este río es el protagonista. El poeta Cisneros estuvo en la Amazonía en 1986, me recuerda la poeta Ana Varela. Este afluente del Amazonas, amenazado por la contaminación química, ha encontrado refugio y servido de inspiración a la poesía, e infelizmente, apatía en los que toman las decisiones políticas ante el inminente daño ecológico.

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