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Tras los pasos de Spinoza (III)

Para ir a Rinjsburg, que significa pueblo cerca del Rin, tuvimos que ir en tren hasta Leiden y en la misma estación de tren tomar un autobús y llegar a nuestro destino – mi amigo Rafael Meza me comentaba por el watsap que Leiden es famosa por sus conciertos de verano de música joven. Luego del proceso de excomunión de la sinagoga, que para Spinoza fue una suerte de muerte civil, se recluyó en esta pequeña villa. Para ello se trajo una ristra de libros, muchos en español, se contaba entre ellos el celebérrimo  Don Quijote de la Mancha. Spinoza era políglota, sabía entre cuatro a cinco idiomas. Él alquiló un cuarto en el que vivía modestamente y puliendo cristales para gafas, seguramente también lejos del ruido después de ser anatematizado. Esa actitud de Baruch o Benedicto, como también se le conoce, la comparto plenamente, en el sentido, los que escribimos debemos alejarnos del ruido y paladear serenamente lo que escribimos. En la casa de Spinoza atendían, según el horario, a partir de la una de la tarde. F al ver el mapa se dio cuenta que muy cerca quedaba el mar, así que fuimos a ver este lado del Atlántico que tiene una gota de agua del Amazonas. Haciendo hora nos enrumbamos a la casa de este pensador de varios cocidos de naciones. Preguntando a una vecina pudimos dar con la casa. Era un casa típica de pueblo que tenía una bandera con el rostro de Baruch –aventuro una especulación, no sé si la bandera sería del gusto de Spinoza, las ideas están más allá de izar banderas. Nos atendió un voluntario que trabajaba en la casa y nos explicaría el recorrido. Gracias al testamento del filósofo se pudo saber los libros que portaba y leía. Se ha reconstruido un pulidor de cristales y hay un pequeño estante donde se muestra la bibliografía que se publica sobre él. En el jardín de la casa donde se enmarañan las hojas hay una estatua con el rostro del filósofo, casi hay que deshojarlo para encontrarlo. Estuvimos unos minutos en el jardín imaginando el recorrido silencioso de Baruch. Luego levantamos anclas con rumbo a La Haya, otra estancia del recorrido de las trazas de este silente filósofo.

P.D. En la novela de Olga Tokarczuk, escritora polaca y Premio Nobel de Literatura, «Los errantes», cita a un anatomista de los Países Bajos, Philip Verheyen, tambien gran lector de Spinoza.

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