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Tras los pasos de Spinoza (II)

En este viaje tras las trazas de Spinoza, que es también un viaje simbólico y de homenaje, nos sirvió para ver a Ámsterdam con otros ojos, con otras aproximaciones. La familia de este filósofo fue expulsada por los Reyes Católicos de España (la madre es de Espinosa de los Monteros, en Burgos, España), primero se refugiaron en Portugal y, posteriormente, la familia puso el ancla en la tolerante Holanda de esos tiempos, hoy llamada Países Bajos. Curiosamente, en esta tierra de la tolerancia él fue anatemizado en la sinagoga portuguesa por su posición que cuestionaba las ideas centrales de los creyentes y sus libros fueron proscritos – luego de siglos fue reparado de la excomunión. Antes de partir a la ruta de la efigie de Spinoza en Ámsterdam, leí unos párrafos de su obra en homenaje a este pensador para recrear el contexto. El día en la ruta se presentaba con nubarrones, auguraban lluvia, pero felizmente está no cayó. De casi 40 grados en Madrid pasamos a casi veinte y tantos de Ámsterdam, sentíamos frío la verdad. En mis caminatas había idealizado a las bicicletas y a Ámsterdam, pero luego de pasear por sus calles caímos en cuenta que estamos ante la dictadura de las bicicletas, los ciclistas están tan empoderados que no respetan las reglas de tráfico, casi fuimos embestidos por una de ellas al cruzar el semáforo en verde. Se pasan por el forro las mínimas señales de tráfico. A pesar de estos incidentes no nos amedrentaron para seguir nuestros paseos, así cerca de la sinagoga portuguesa nos dimos cuenta que había un homenaje a las víctimas de la Shoa o del Holocausto (es más preciso llamar Shoa), personas que fueron detenidas de sus casas y fueron llevados a los campos de exterminio y de concentración por los nazis, con el emblema de la estrella amarilla en el pecho. Sientes que el corazón te sobrecoge, allí en ese muro está el nombre de la celebérrima niña, Anna Frank, famosa por el diario que escribió en su escondite hasta que fue descubierta por una delación, ella fue trasladada al campo de exterminio de Auschwitz y luego a Berger- Belsen donde falleció de tifus. Luego de ver el muro con los nombres de esas personas nos enrumbamos a ver la casa de Anna Frank, fue imposible entrar. La alta demanda de entradas para las visitas fue un gran obstáculo para verla. La huella de Spinoza nos ha llevado a los caminos de la memoria por el muro homenaje a los fallecidos por la Shoa y a la casa de Anna Frank. Ese mismo día teníamos que partir para Rijnsburg.

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