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Entre arquitectura y Piet Mondrian

De La Haya a Utrecht en tren no demoramos ni una hora, sorprende el riguroso cumplimiento de los horarios de este servicio público. Tenía como precedente esta ciudad porque aquí nació un amigo con el que compartí trabajo en la floresta de Perú, y para el viaje, F lo buscó como refugio para reponer fuerzas después de seguir las huellas de Baruch Spinoza. Buscamos información básica en una vieja guía de viajes que sacamos de la biblioteca, pero en estos tiempos de vértigo la guía había quedada desfasada, lo bueno es que esa masa de información útil quedó y la aprovechamos. Llegamos casi al mediodía con cielo encapotado que no nos impidió patear el centro histórico que quedaba a unos metros del hotel, nos encantó la zona monumental y en el Ayuntamiento había una exposición de pintura que recreaba la ciudad. Allí nos enteramos por unas octavillas del arquitecto Sybold van Ravesteyn, muy famoso por introducir ideas modernistas en la construcción de casas y en el mobiliario, siendo la estrella su propia vivienda. Para encontrarla caminamos como carteros sin tregua, pero llegamos a la dirección indicada, atravesamos calles y puentes, por lo visto en Utrecht hay un mayor autocontrol de las bicicletas lejos del caos de Ámsterdam y La Haya -pudimos observar en esta travesía monumentos a mujeres célebres y un inmenso parque donde niños y jóvenes jugaban -¿Por qué en Isla Grande no hay parques para el ocio alejados de la murga urbana? Al llegar pudimos ver la casa por fuera, en verdad, tenía encanto, en el suelo hay una placa donde se apostilla la vida y obra de este arquitecto visionario. El diseño te recuerda a muchas que están desperdigadas por el mundo bajo la influencia de van Ravesteyn. Al siguiente día fuimos al museo del pintor Piet Mondrian, en tren a unos minutos de Utrecht, en la localidad de Amersfoort. Nos perdimos unos segundos, pero retomamos el camino mirando el plano y llegamos sin problemas. Es todo un arte interpretar mapas que tienden a ordenar la caótica realidad que tenemos al frente. Amersfoort es un pueblo acogedor, el museo de Mondrian está a la vera de un canal y se puede distinguir porque hay un cartel donde lo anuncian con el clásico trazo geométrico de las pinturas de Mondrian. De la información del museo supimos que le gustaba el jazz y le encantaba escucharlo, muchos de sus cuadros están inspirados en la música. Las pinturas de este artista me dio un calambrazo de ideas para emprender proyectos de escritura. Hay un recorrido planificado por el museo que es una suerte de hilo histórico donde se puede ver la evolución o transformación de este pintor en su viaje a Estados Unidos de América. Lo interesante es el colofón o final de esta ruta dentro del museo: hay un taller libre para pintura, especialmente, ocupado por niñas y niñas que disfrutan haciendo garabatos y trazos. Mondrian era un buen epílogo para enrumbar a Frankfurt y Berlín.

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