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La vida de Emilio Renzi

Hay libros que nos cuesta muchísimo desprendernos de él, no quieres llegar a la última página. Te cuesta o demoras pasar página, te recreas repasando las palabras, discutes las ideas pergeñadas por el escritor o escritora. Uno tiene un diálogo enriquecedor con el autor de la obra, la lectura se enriquece entre ambos. Es una gran complicidad, te duele llegar a la página final. Esto se da cuando las coordenadas de la lectora y el libro se entrecruzan, es una sincronización armoniosa que no se da con todos los libros. En un reciente viaje llevé como compañero de ruta a «Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación» del escritor Ricardo Piglia, desde que abrí la primer página en el tren entró ese embrujo, esa magia. Son los diarios de Piglia a través de un personaje o alter ego que él creó como fue (o es) Emilio Renzi. Son diarios que nos muestra una rica experiencia de vida de sus amigos, amores, pleitos con el padre, la vida del nonno o nono (como él escribe) Renzi, las historias familiares, desamores, apostillas de la literatura argentina, reflexiones y ejercicios sobre la escritura que son de una gran lucidez, te hace replantearte estrategias narrativas: el tono, la persona, el narrador, como enfrentar la historia por contar. Me sorprendió que en esos diarios constantemente Renzi esté pensando en la escritura, dando vueltas sobre Kafka, Joyce, Hemingway, Borges, Cortázar, Fuentes y otros más, recordemos que Piglia es un gran conocedor de la narrativa estadounidense y seguidor de la novela policial, esa narrativa de la comunicación de masas que llega en las series de televisión. Sus preocupaciones sobre estos escritores después han sido desarrolladas en obras de ensayo posteriores, pero allí está el germen. Hay anotaciones de posibles cuentos o de proyectos de novelas, de la vida literaria en Mar del Plata, de Buenos Aires. También en cuestiones terrenales sobre los sinsabores laborales y de salarios. Es interesante e inteligente que Piglia haya construido un personaje como Emilio Renzi, que toma el apellido del abuelo, para crear literatura, no es él, pero es él, crea esa deliciosa ambigüedad pensando en el lector. Las veces que me despertaba en la madrugada, que son muchas, corría a estos diarios de Emilio Renzi, me hacía reconciliar conmigo mismo, quería escuchar la voz un amigo de ruta. Eterna gracias, Piglia, allí donde estés.

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