La flaneur de lo cotidiano

Imagen: Portada de la novela «Olive Kitteridge»
Había leído una entrevista de ella en un diario digital portugués, desde entonces le sigo el rastro, he visualizado hasta una entrevista de ella por internet. Una mujer madura, de pelo rubio, de gafas (a veces no la lleva), transmite sosiego y es una gran observadora de lo cotidiano una flaneur en la acepción que mencionaba el pensador alemán Walter Benjamin. Te seduce el gran conocimiento de las plantas donde desfilan petunias, forsitias, Jacintos de agua, arrayanes, dientes de león y más –es la mayor biblioteca por hurgar la de las plantas. Ella es la escritora norteamericana Elizabeth Strout que tiene un numeroso pergamino literario.
Ha sido un grato encuentro de lector – escritora, son relatos que te sacuden del marasmo de la rutina. Sus historias oscilan entre Nueva York y los pueblos costeros en Maine, de raíces profundas del amor al terruño, son hostiles y recelosos con los de Nueva York. Ese es el área donde ambulan sus personajes y sus historias. También hay una novela de ella que ha sido llevada a la televisión «Olive Kitteridge» de gran éxito, es un personaje de muchos pliegues humanos. Cerca de casa está la biblioteca del barrio, así que gracias a ella me he puesto al día de gran parte de su producción literaria: «Luz de febrero», «Amy e Isabelle», «Los hermanos Burguess», «Me llamó Lucy Barton», «Olive Kitteridge», «Ay, William» y «Todo es posible», me faltan una o dos; a veces, cuando visita el insomnio acudo a sus novelas que son un bálsamo a esas horas de la noche. Sus obras están entrelazadas, aunque uno puede empezar por cualquiera de ellas, por ejemplo, Olive Kitteridge o Lucy Barton aparecen casi siempre, es la voz que ordena los momentos. Llegamos a querer a Olive, es una mujer que te dice las cosas a la cara –eso enamora más de ese personaje. A igual que Lucy Barton, quien se lleva muy bien con su exmarido William. Habla de sus hijas, de sus yernos, de las flaquezas y fortalezas del exmarido que se lió con una amiga del matrimonio. En «Luz de febrero» por ejemplo, parece un lienzo de palabras de una obra de Edward Hopper (anímense a buscarlo por internet), ese gran pintor norteamericano que pergeñaba con realismo la soledad de estos tiempos, en esta novela aborda la soledad de la tercera edad con todos sus matices –incluida la política, lo hace con sutileza, sin aspavientos estériles. O la novela sobre los hermanos Burguess que te queda resonando en la cabeza las relaciones entre hermanos.
Strout es una flaneur del día a día, muerdan una página de sus novelas. Como dice uno de sus personajes: «Es un regalo de la vida no saber lo que nos aguarda».