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Prosas vagabundas

Un país como Perú tan cohibido con las memorias, salvo honrosas excepciones como es el caso de Julio Ramón Ribeyro que sacó lustre de este género, literariamente, hay pocos escritores o escritoras que han pergeñado sus memorias, las «Prosas apátridas» o «La tentación del fracaso» nos dejan con un buen sabor de boca siendo un gran legado a la literatura universal. Se suma a esta cofradía de memoriosos Mario Vargas Llosa quien incursionó en ese género al publicar «El pez en el agua». En cambio, en la patria de los barrizales, en verdad, son pocos, escasos, que han plantado cara a ese ejercicio de memoria, quizás porque la memoria, el recuerdo, no sea bien recibido por los platanales. Es por eso que en mis recorridos por las librerías limeñas, que tienen la pésima costumbre y manía de no dejar ojear los libros porque están forrados a cal y canto con plástico, me acerqué a adquirir las memorias de la escritora Carmen Ollé «Destino: Vagabunda. Memorias», me pareció una excepción en ese mar de publicaciones poco atractivas en la bahía de Lima. Es un recorrido por la vida literaria de esta gran escritora. Me costó engancharme en los primeros capítulos por ese halo de cierta solemnidad académica que imprime en las páginas iniciales, pero después, Ollé se despoja de ella cayendo como lector bajo el hechizo de su prosa, por las anécdotas familiares, amistades y predilecciones literarias, por sus amores vagabundos, de su relación con Lima que la comparto que tiene ese alma, muchas veces, pueblerina que rodea a esta ciudad. De sus estancias y periplo en diferentes lugares y como se va nutriendo literariamente con personajes de márgenes de mucha enjundia literaria y con los cuáles tiene gran identificación e inspiración. Al terminar las memorias de Ollé pones fijas la mirada en esos personajes invisibles que solemos soslayar.

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