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A ría de Ortigueira

Luego de esperar e  insistir F consiguió dos cupos para hacer la ruta de los faros en Galicia, por las rías altas. Es una afición común la de los faros, me seduce la idea que es la luz en pleno temporal u oscuridad del océano. También decir que la patria gallega es un territorio del realismo mágico, de una religiosidad que comparte terreno y se confunde con lo pagano, en eso tiene puntos de contactos con la Amazonía. Es una ruta que se hace en el estío donde una parte  es en tren y otra en autobús y «camiñar». Con esa noticia separé los libros que tenía que llevar como los diarios de Emilio Renzi de Ricardo Piglia, elección que no me equivocaba. Piglia sabe envolverte con sus historias y mejor en un viaje hacia los faros, crea un personaje como Emilio Renzi que es el pasaporte para la fábula; Piglia ha roto las costuras del diario es lo que barrunto. Así que en los ratos de tren aprovechaba para leerlo. Para en la ruta no literaria teníamos como centro de operaciones la ciudad de Ferrol, una ciudad con mucho movimiento y que el centro histórico está en plena rehabilitación como el vital barrio de Canido y sus murales por todas sus calles, está un posible mural del grafitero inglés Benksy que no ha sido desmentido por él. Para la ruta de los faros partimos en tren muy temprano desde Ferrol, el propósito era visitar el Faro de Cabo de Ortegal donde está una línea imaginaria que divide el Océano Atlántico y el Mar Cantábrico, y el otro faro, en Estacada de Bares en pleno Mar Cantábrico. Antes de llegar al faro de Cabo Ortegal fuimos a San Andrés de Teixido, según Joaquín, el guía, es el camino gallego equivalente al universal camino de Santiago, es un pueblo pintoresco que deja imágenes de postal donde se palpa la convivencia de lo sacro con lo profano. Es un viaje que hay que tener cierta resistencia física, pero hay tramos y momentos muy interesantes. Puedes ver como parte del paisaje el maridaje de las vacas nativas al lado de los molinos de energía eólica; a las rías cuando hay marea baja y marea alta en cuestión de horas, es un gran ecosistema; acantilados que te dejan sin palabras y hay que contener la respiración; al tiempo que es cambiante del buen sol a neblina o un poco de lluvia en cuestión de un tramo a otro. Al terminar llegamos al hotel muy agotados luego de doce horas por esta ruta, pero muy satisfechos del viaje. Como amazónico lejos de la floresta este lugar donde convergen los mitos, lo religioso, lo pagano y un pasmoso paisaje no me hacía sentir tan extranjero.

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